El sentir general, en este momento, sobre el planeta tierra apunta hacia una dirección: cultivar la tierra, familiarizarnos con ella, cavar, sembrar semillas, verlas; y todo esto como parte de un crecimiento espiritual.
Me sumo al arte que escarba zurcos, que planta almácigos, que riega pacientemente cada día, que observa con atención los retoños, que acepta el granizo inesperado y uno que otro parásito con quien compartir la cosecha…
Una rama del arte está dejando los museos, las galerías, los espacios “cultos y se pone a cultivar… para acercarse a las raíces profundas del ser humano porque, como decían los ancestros en nahuatl, “un hombre es hombre verdadero cuando planta maíz“.
Los invitados de honor somos todos, la mesa está puesta para devorar la belleza de las plantas, para llenarnos de su armoniosa estructura e integrarnos a ella en un acto simbólico de ser con la naturaleza a través del juego del arte.